martes, 9 de abril de 2013

Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído (2)

             Los doce meses transcurridos desde la primera aparición de este blog ni modifican su contenido y conclusiones, ni les agregan novedades realmente sustanciales.
Así pues, salvo algunos datos e inexactitudes que he revisado y puesto al día he preferido no tocarle a un texto muy elaborado ya y cuyas preocupadas deducciones son las que eran.                                          
En un decenio, al ceder un poco -o acaso bastante - los tabúes antievolucionistas a que el blog  alude, ha aumentado la lista de los renovadores del periodismo, escritura o simplemente afición a un hobby que es el escribir en un momento de inspiración, y es el tiempo en curso el que puede apartar claramente el trigo de la paja. Disminuyó la producción del tema, aunque sin llegar a la anemia, y se mantuvo la bibliográfíca, con aportaciones - por mencionar solo algunas- Pero ni estos ni otros alteran los hechos del mensaje final de este blog: en pugna con un medio nacional progresivamente más tecnificado, si bien es cierto que el arte de escribir no ha perdido tono y presencia, también lo sigue siendo que su manantial y su marco naturales continúan recibiendo el impacto de los nuevos tiempos, con inevitables compromisos y problemas para susustancia añeja y su futuro.                                                                  Sin embargo, ese futuro quizá no se nos presente ahora tan oscuro como se nos presentaba, ya que, contra la acometida tecnológica y pese a la creciente intensidad de su empuje, las reinvidicaciones racionalistas y regionalistas que tratan hoy de sacar cabeza, y las propias capacidad y voluntad de supervivencia de la escritura, están ayudando a su conservación, difusión y renovación cuando se ha cumplido un plazo que, erróneamente por suerte, llegamos a prever tan decisivo como funesto.                                                              En esa cualidad de resistencia, en esas valoración y atención a los problemas del arte de escribir, y en sus facultades de ajustarse - sin deteriorarse- a la galopante y zarandeada coyuntura histórica en que nos encontramos, es en lo que hay que confiar para el día de mañana, si es que es posible confiar en algo.                                                                        
     
Cuando se pierde el tiempo no se recupera        

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